La lectura de una novela policial
inconclusa de Cyrill Connoly -“Ampara estos laureles”- con un capítulo final
escrito por su amigo Peter Levi, poeta y alguna vez jesuita (1), me lleva a
releer esta mañana, casi al despertar, algunas entradas de “La tumba sin
sosiego”; que no era “tan” un libro de cabecera como creía recordarlo.
Y pensar -más allá de Connolly-
que antes, mucho antes, lo había sido, casi literalmente, “Otras inquisiciones”;
libro que, sospecho, no podría hoy siquiera hojear sin sentir escalofríos.
No es el caso o no lo es de tal
manera con respecto a The Unquiet Grave.
Donde el autor inicia su juego estético enmascarándose en el alter ego de
Palinuro, el timonel de la nave comandada por Eneas en el poema épico de
Virgilio (2) Quien fuera entregado muerto a las aguas jónicas cerca del
promontorio que desde entonces lleva su nomen;
donde ahora la Campania se roza con la Lucania y muy cercano a los lares de los
Faretta. Estas simetrías arcanas seguramente también nos conducen a ciertos
autores y libros, a personas y personajes y a lugares que han trazado unos
lazos, que la Providencia teje en su bastidor infatigable, hasta llegar a
nuestra propia textura anímico-espiritual.